AMORES DES-ENCADENADOS
III
Amanda y Aitana, son buenas amigas,
siendo ésta segunda la que mantiene una inmejorable relación, -sin que sea el
sexo, el motivo principal-, con Felipe, del que Fernando sostiene, es un gran y
sobre todo, animado conversador. Los cuatro están entre los treinta y dos y
treinta y ocho, por lo que puede afirmarse, que tienen muchas cosas en común a
pesar de que Aitana viva inmersa y atrapada en su profesión de cardióloga,
Amanda se dedique a la enseñanza de la Filosofía en un instituto de secundaria, Felipe encauce
su tiempo y esfuerzo a las redes sociales, de las que es un experto free-lance
y Fernando sea el más bohemio de los cuatro, productor musical, columnista en
varias revistas de arte y música, diseñador gráfico y escultor más bien
mediocre y cuando va mal de pasta, camarero en el local de una buena amiga,
Andrea, casada y con libertad de acción para hacer de las suyas al igual que lo
ha venido haciendo su esposo tras casarse. Es en este espacio donde conquista a
muchas de las mujeres que pasan por sus manos y sobre todo por su prodigiosa
verborrea, además de oír buena música en directo y captar posibles grupos o
solistas a los que ofrecerles su capacidad para llevarlos al estrellato a
cambio de una merecida comisión.
Una vez por semana suelen reunirse los
cuatro amigos a comer y por turno le corresponde a uno elegir el lugar en el
que hacerlo. Esta vez, ha sido Fernando el que se ha disculpado con sus amigos,
¿la excusa?, la misma que utiliza cualquiera de ellos cuando no puede asistir o
sencillamente no quiere: trabajo, y aunque al que se sirve de esta simple y
manida justificación, se le impone una
multa del veinte por ciento del total de la cuenta de aquel día, -a pagar en el
siguiente encuentro-, todos en algún momento han tenido la necesidad de
servirse del supuesto trabajo para dejar de asistir a la comida, la que más:
Aitana.
En esta ocasión, ha sido Felipe el que
ha puesto en antecedentes a las mujeres.
-Pero me ha comentado que en su lugar
vendrá Aurora, su vecina.
-¿La antropóloga social del
experimento? –ha preguntado Aitana.
-La misma. ¿Te molesta?
Aitana ha negado con la cabeza pero
Amanda ha respondido con lo que seguro daban por supuesto los tres: –de todos
modos, no se librará de pagar el correspondiente veinte por ciento.
-Es lo que le he dicho –ha añadido
Felipe.
-Esa es la que se acuesta con tres
tíos a la vez, ¿verdad?
-La misma, Aitana y por cierto, por allí
asoma –ha señalado Felipe.
Los tres han mirado en la misma
dirección al tiempo que la profesora especulaba.
-La verdad, yo, no podría.
-¿Me dirás que ni te lo has imaginado,
querida Amanda?
La sonrisa de la filósofa, limitada
sin demasiado éxito, les ha servido a Aitana y Felipe para confirmarles una
respuesta que Amanda no ha querido ofrecerles.
-Hola. Me envía Fernando.
A los tres les ha parecido apropiado
el modo de presentarse de Aurora.
Felipe se ha levantado para ofrecerle
su silla, pero ella ha preferido ocupar la que estaba vacía, no obstante se lo
ha agradecido con tres besos, uno casi sobre los labios. Con las chicas, sólo
dos.
Se conocen de un par de veces en que
Fernando ha asistido a la comida con ella. Esta vez la ha utilizado como a su
representante.
-¿Es cierto lo del trabajo? –ha
lanzado Amanda, tan pronto Aurora se ha acomodado.
-¿Eso os ha dicho? –ha tomado la
responsabilidad de responder la antropóloga.
-Felipe… –
-¿Qué? Es lo que me ha comentado –ha
respondido él a la punzante insinuación de Aitana.
-¿Entonces…? –le ha inquirido Amanda a
Aurora con envidiable delicadeza.
-Pues una acogida, una chica que al
parecer…, lo cierto es que no me ha aclarado mucho, simplemente que la ha recogido
para ayudarla, de la calle.
-¿Fernando ayudando a una chica? No me
hagas reír.
-¿Dudas de tu amigo? –ha interferido
la representante.
-Lo hago sí, lo hago cuando se trata
de mujeres. No te puedes fiar de nada de lo que diga –ha aclarado Felipe.
-¿Y de lo que haga? –ha soltado con
ironía Aurora.
-No sé… –ha intercalado Amanda
–…aunque probablemente tú sabrás más que nosotras.
-¿Yo?
-Sí claro, ¿no forma parte de tu
experimento? –Esta vez ha sido Aitana.
Aurora ha sonreído. Una mueca nada
forzada.
-No creas que te tenemos celos –ha
lanzado como un misil Amanda.
-Pues no –ha cortado la interpelada.
–No es uno de los conejillos de Indias con los que me acuesto cada semana.
-Por cierto, y antes de que nos
sumerjamos en la carta, ¿puedes aclararnos algo más de ese experimento?
Sentimos curiosidad, sana, naturalmente.
Ha sido Felipe el que con su habitual desparpajo
ha aprovechado para incitar a Aurora. Amanda y Aitana han dejado de lado y de inmediato,
las cartas.
Tras un lapso de tiempo infinitésimo,
pero que a los tres les ha parecido eterno, la antropóloga ha decidido explicarse.
-Me gusta follar, eso, es obvio,
claro. Y además me sirve para la tesis que estoy realizando. Comprobar hasta
que punto, los hombres son capaces de gozar con el sexo sin enamorarse de
alguien como yo.
-¿Cómo tu?
-Sí Amanda, como yo, o como tú misma.
Mujeres liberales que poseen un cuerpazo en el que sumergirse a gusto infinidad
de veces antes de buscar otro y que además somos inteligentes, cultas y dotadas
de habilidades relevantes para el sexo. Un compendio que a los tíos los enamora,
en realidad, los enloquece.
Amanda ha sonreído complacida, en
cambio a Aitana no le ha parecido bien quedar al margen del conjunto en el que
Aurora ha integrado a la profesora.
-Naturalmente, también tú formas parte
de ese selecto grupo –ha corregido al instante la antropóloga, dirigiendo su
mirada a la contrariada cardióloga. Sin embargo, no ha aflorado sonrisa alguna
en su rostro. La llegada de la camarera, una mujer entrada en carnes y años
pero con una simpatía arrolladora, ha paralizado de momento las posibles
hostilidades y como no, los cuchicheos que serán alimentados por todo aquello
que esperan los tres amigos de la liberal Aurora.
Han pedido, Amanda y Aitana algo
potencialmente caro, para que a Fernando le salga más costosa la sanción y en
cambio Aurora se ha conformado con una ligera ensalada, únicamente, sin segundo
plato ni postre.
-Me mantengo en forma de muchas
maneras –les ha aclarado. –La dieta, fundamental.
-Pagamos a escote –le ha señalado
Felipe.
-Lo sé de las otras veces y no hay
problema.
>Y ahora, decidme, ¿qué queréis
saber de mi trabajo? ¿O preferís que os hable de la chiquita que está alojando
Fernando en su piso?
Se han mirado los tres amigos y ha
sido Felipe el que ha tomado la iniciativa.
-¿Qué edad tienen?
Aurora ha sonreído, mostrando de nuevo
su perfecta dentadura blanca.
Por fin ha lanzado: –imagino que te
refieres a mis conejillos, ¿acierto?
Felipe ha afirmado, sin lograr ocultar
cierta morbosidad en su gesto.
-Pues veinticuatro, treinta y seis y
cuarenta y ocho, pero estoy buscando un cuarto.
-¿Otro más? –ha inquirido Amanda.
-¿Más joven o más viejo?
-Me estoy planteando uno que esté
entre los cincuenta y sesenta, ¿cómo lo ves, querido Felipe?
-Que quizá no te sirva, a no ser que
en tu proyecto, admitas las drogas –ha insinuado el único varón.
-Bueno, en realidad, no sé si las
utilizan.
-¿No les fiscalizas?
-No Aitana, en absoluto. Podrían si lo
hiciera, mentirme y en eso los hombres son expertos. Supongo que lo sabes.
-Pero nosotras lo somos en
detectarlos.
-No creas Amanda, algunos son
verdaderos artistas mintiendo y los cabrones, suelen tener memoria, mucha, pero
sobre todo para sus mentiras.
La camarera ha traído los primeros
platos. Ya depositados sobre la mesa, ha sido Felipe el que ha reiniciado el
diálogo.
-¿Y te falta mucho para concluir el
estudio?
-Depende –le ha manifestado la
antropóloga antes de tomar un primer pedazo de tomate.
-¿Depende? De qué.
-Pues… ¿qué os parece si comemos y
dejamos de momento la curiosidad aparte? Yo tengo la tarde libre.
Los tres amigos han asentido.
Solamente Aitana deberá hacer una llamada, para comprobar cuantas visitas tiene
programadas y a qué hora llega la primera. Media hora de retraso no le parece
demasiada, a fin de cuentas es la paciente la que precisa de ella y no ella de
sus pacientes.
No hubo lugar para que Aitana se
retrasara, una inesperada llamada a la antropóloga frustró lo que en la mente
de los tres amigos iba a convertirse en una detallada información sobre la
peculiar vida sexual de Aurora.
Lo más relevante hasta que el móvil
cortó de raíz las extraordinarias expectativas, unas ligeras ampliaciones
suscitadas a tenor del nuevo ofrecimiento de Felipe por formar parte del
conjunto de conejillos. Aurora no tuvo reparo en desenmascararlo.
-Ay Felipe, príncipe mío, contigo, lo
que tenía que experimentar, ya lo realicé, todo.
Amanda no pudo reprimirse cuando
intervino.
-Desde luego, admiro tus ovarios,
porque acostarse con varios a la vez, incluso con Felipe.
-Es solamente un experimento, querida.
-Y dime, ¿marcha bien?
-Perfecto Amanda, pero eso ya me lo
habéis preguntado antes.
Felipe, a pesar de haber sido delatado
como amante, no pudo reprimirse.
-De puta madre, supongo, ¿no veis la
cara de felicidad que trae?
-Pero, ¿no te enamoras, de ninguno?
–introdujo entonces Aitana.
-En todo caso, ellos.
>Pero hablemos de otra cosa, ¿de
verdad no os apetece saber más sobre lo de Fernando? –y entonces fue cuando sonó
el móvil de Aurora. Poco después de colgar, se disculpaba y desaparecía dejando
ansiosos a los tres amigos y en absoluto con miel en los labios.
Podrían no obstante quedarse a
cuchichear sobre lo vivido y oído, pero con pocas probabilidades de llegar al
fondo del asunto, sobre la antropóloga y tampoco sobre lo de Fernando y su
acogida.
No lo hicieron, los tres deseaban
encontrar en primer lugar a Fernando, en su piso o en el móvil o en cualquiera
de los lugares que crean pudieran hallarlo a aquella hora de aquel jueves.
(26/01/2016)
ARTURO ROCA ©
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